Nada mejor para el desánimo puntual que el hábito de animarse.
Si vas a emprender, trocea tu resultado en muchos pequeños resultados, así fragmentas tu esfuerzo, aumentas tu feedback y multiplicas tus recompensas.
El camino es largo, emprender toma tiempo; en realidad nunca terminas de emprender, así que mejor será sembrar ese camino de momentos de celebración, de recompensas por hitos y aprendizajes para convertir el proceso en un monaico de experiencias.
Como en todo, hay buenos y malos momentos y todos pasarán. Lo interesante es el contrastarse: lo malo hace lo bueno más bueno. Sin duda todo emprendedor cometerá errores (Y dedicará tiempo a corregirlos) pero también recogerá pequeños éxitos (y habrá que premiarlos). Si trabajas en equipo esto es especialmente importante: el grupo se nutre de los resultados de todos, y celebra cada éxito de sus partes. ¿Te has fijado cómo los deportistas se abrazan con cada progreso en el marcador? No esperan que acabe el partido, celebran y celebran y celebran, incluso jugadas malogradas que no suponen un tanto.
Conocemos la fórmula del éxito: Acierto + error + error + error + acierto + acierto + error + error…… (Así hasta el infinito) = éxito. Basta con aplicarla. Los errores exigen corrección y los aciertos celebración. Y ambos son necesarios porque ambos son un aprendizaje. Es como el KAISEN, que significa cambio con mejora. El proceso de la excelencia o éxito de la cultura japonesa. Hacen pequeños cambios para mejorar cualquier cosa y así por acumulación, acaban obteniendo grandes resultados. Todo lo grande proviene de lo pequeño. Haz que tus pequeñas celebraciones sean el ensayo de otras mayores.
Mande un mensaje inequívoco al universo: tu gratitud.
Por eso cuando las cosas se pongan bien, celebra que estás más cerca de tus sueño; puedes incluso agradecer el resultado anticipado, ya que esa emoción es muy atractiva y atraerá en concordancia. Y cuando estén mal, celebra que es hora de mejorar: Celebra siempre.
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